Mark Fisher, palabras finales
¿Desde dónde escribe la gente? Creo que el lugar es la variable más importante que tiene lo biográfico. A una determinada edad me di cuenta de que leer “textos” en abstracto y sin tener en cuenta la situación del autor no sólo al escribirlos sino también su contexto de recepción en mi país no funcionaba. Un mal método. Pensar la grandeza de los textos junto con las limitaciones biográficas de los autores es un tipo de amor a la literatura que les recomiendo.
Mark Fisher fue un teórico inglés que quizás debió haber nacido en Argentina. O un argentino que no pudo abrazar sus orígenes a tiempo. Escribió desde la academia pero al mismo tiempo fue un bloguero. Después de una obra muy rica y que marcó a muchos lectores se suicidó. Si Substack es la uberización definitiva de los blogs -por uberización entiendo: un resurrección rancia y al mismo tiempo honesta, porque los progresistas como yo siempre vemos el lado bueno de las cosas- bueno, quería decir algo sobre Fisher acá (y como nota al pie de lo que ya charlamos con Marcos Zurita en este podcast dedicado exclusivamente al genio y figura de San Mark).
Se ignora si Fisher llegó a oir sobre el peronismo pero lo era por su tratamiento de temas plebeyos con metodologías de la teoría europea usadas a su conveniencia. Ese cambalache es, al menos, peronista. Pero Marcos Pescador también era argentino por una forma particular de la sinceridad que cultivamos en este país. Lo deprimía la cultura contemporánea y lo decía con gracia y algo de melancolía socarrona. Mark Fisher, suicidado por el streaming. También lo obsesionaba mostrar el procedimiento, la técnica, el truco detrás de las bambalinas que inaugura al gran circo cultural. Ser europeo lo llevó a la desesperación. En América Latina no son tantos los pensadores que mueren de tristeza.
Vuelvo sobre la idea: a Fisher la mayoría de las cosas le resultaban caretas. Si en lugar de leer tanto a izquierdistas caviar como Frederic Jameson o Zizek o Jacques Derrida hubiera leído a Mariátegui o a Jauretche o a Hernández Arregui quizás no se hubiera matado. Las cartas de amor a distancia que nos enviaba fueron correspondidas pero eso no alcanzó porque en el fondo nunca alcanza.
Me quedo con dos preguntas que no pudo contestarse. Cómo castigar a las empresas sin convertirse en un zurdo empobrecedor es una de ellas. Cómo pensar instituciones de propiedad pública sin centralismo estatal es otra. Quizás sean preguntas sin respuesta. Quizás ni siquiera sean preguntas. Quizás sólo sean las hilachas del unicornio peronista en el que Mark Fisher pasea ahora por el cielo, el mismo en el que va a aparecer desde las nubes cuando venga a saludarnos durante el juicio final
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