El problema de los tres cuerpos: la escasez, los marcos mentales y el crimen de lesa humanidad estética de Netflix
Dios es un extraterrestre que nos ayuda a pensar la geopolítica
Hace poco tiempo Netflix publicó “El problema de los tres cuerpos”, su versión en serie de la novela en tres tomos “Recuerdos del pasado terrestre” del chino Cixin Liu. Me parece importante decir que las plataformas de streaming publican; estirando un poco la idea podríamos decir que Netflix es el substack del capital financiero internacional.
El libro salió en 2008, en inglés en 2014, ganó unos premios del nicho de la ciencia ficción (primer autor chino en ganar el Hugo Award en 2015) y llegó a la argentina muy hypeado. Este país bendito la adoptó tal como cobija a todos los buenos productos de nichos globales, y, como hace con todos los buenos productos, la mejoró gracias a la mirada amorosa de un público único y pasional. Entre muchos de mis amigos “El problema…” fue trending topic por casi un año, y tuve que escuchar acaloradas discusiones sobre la aceleración espacial en base a combustibles químicos o a la fusión nuclear como si se estuviese hablando de cuestiones muchísimo más relevantes para nuestra subsistencia, como por ejemplo criptomonedas, OlgaTV o la realeza británica.
Trato de resistirme a las modas o de al menos observar atento a ver en qué decantan porque el tiempo humano es finito y la búsqueda de Dios no lo es. Así que tomé la decisión de no leerla en esa primera oleada. Supongo que también esto se vinculó con mi pérdida de fe en la ciencia ficción, cosa que permanece y de lo cual “El problema…” es justamente la excepción que confirma la regla.
En suma, esperé a que mi deseo de leerla decantase hasta que un día estaba leyendo a una escritora europea que daba muchas vueltas con cuestiones como la identidad o el consumo obsesivo de redes sociales y literalmente tiré ese libro en el container verde de la basura reciclable y me bajé mi postergado primer tomo chino.
Dios es un extraterrestre que sólo puede ser interrogado a través de la literatura
Voy a decir por qué me parece importante leer este libro, y lo primero es porque plantea preguntas reales para el crecimiento de nuestra nación, o al menos más reales que la cuestión de los precios relativos en la economía o los dichos de un diputado lumpen. Tales como adónde nos va a llevar el avance tecnológico exponencial y qué va a pasar con el medio ambiente. Esto conforma una pregunta existencial que se vincula con nuestro fugaz paso por la tierra como argentinos o acaso como personas.
Esa pregunta tiene una bajada que define un poco quién es uno. Es la pregunta por la economía. Los que parten de la idea de que al mundo lo gobierna la escasez son de derecha. Los que parten de la idea de que lo gobierna la abundancia y el problema es la distribución son de izquierda. Yo creo, como Cixin Liu, que hay escasez mientras no modifiquemos nuestros paradigmas mentales y que modificarlos no es hacerse de izquierda sino complejizar las búsquedas del sentido colectivo, que implican sí o sí la pregunta por el espacio vital de la especie o del país que uno habita, dependiendo del círculo espiritual en el que uno quiera manejarse.
Bueno esta pregunta es esquivada por el 90% de la literatura, que sigue unos códigos arcaicos y dictados por Francia y la CIA, países a los que no les conviene que se discutan estas cosas, o en el mejor de los casos está hecha por y para gente que de una forma tiene la vida resuelta y por eso no le importa que se discutan estas cosas. Pero los que no tenemos la vida resulta y creo que los argentions militamos en esta categoría lo necesitamos y por eso repito que la trilogía de Cixin Liu es una novela bastante imprescindible para hacernos preguntas importantes sobre nuestro país.
China es un imperio creciente que se depura dialécticamente a través de su literatura gracias a que la misma no tiene un andamiaje colonizador extranjero
Otra cuestión fundamental de “El problema…” -y que podría ponerle un poco de marco a los ataques del actual gobierno a la ciencia- es si la ciencia está realmente “avanzando” y si como especie nos dirigimos hacia un estado de cosas deseable o no, y si algo que viene desde afuera -Dios o los extraterrestres- no podría hacer replantearnos cómo vivimos.
En este punto Cixin Liu se pone del lado del progreso técnico duro extremando la posición economicista de la escasez. Es justamente lo que hace el imperio chino, y no es una casualidad. Como Mo Yan (premio nobel de literatura en 2012, el último premio nobel recomendable), Cixin pertenece a la casta de literatos chinos que utilizan al régimen para cuestionarlo y en un movimiento dialéctico maoísta y magistral terminan reivindicándolo y depurándolo en base a correcciones de corte humanista. Comparar esto con la situación actual de la literatura argentina y las tradiciones consagradas por la UBA es tan deprimente que vamos a dejarlo para otro momento.
La hipótesis de Cixin Liu es que el progreso técnico es el único que puede contravenir a la escasez, pero tiene que estar en manos del Estado Chino, que tiene que dejar de copiar las estupideces gringas vinculadas a la comunicación y avanzar en las ciencias duras para conquistar el espacio exterior y defender a China como garante de la especie humana. En el primer tomo del libro -que es el que supuestamente retrata Netflix- este problema es presentado a través del género policial. El Estado Chino -sujeto de la novela- se desdobla en tres personajes (un policía, un general, un científico aplicado) y el antagonista no son los Trisolarianos sino el movimiento ecologista, tildado de anti progreso y de anti humanista.
Por supuesto que esa es la versión de las cosas del Estado Chino y su forma de justificar un poco que no inventa casi nada sino que sólo se dedica a copiar tecnología basura de los grindos. Pero su paradoja fundamental, planteada por Cixin Liu, es la de querer destruir un planeta del cual su población debería ocupar una gran mayoría en términos territoriales, al menos si nos atenemos a la filosofía profunda y casi siempre equivocada del materialismo dialéctico.
Como hablamos de literatura que es una actividad mucho más noble que el resto de las que inventó nuestra especie, vamos a dar un paso más. Bajo esta crítica superficial Cixin Liu deja entrever otras cuestiones que se irán profundizando en la novela:
a) los trisolarianos son en realidad los chinos, y su relación con el medio ambiente está básicamente mal porque tenemos un planeta sensacional y nos estamos pegando varios tiros en el pie, cuyas municiones fabrican los chinos,
b) los trisolarianos, que -repito- son los chinos, sobreestiman a su enemigo (Estados Unidos) porque con el tipo de avance que tiene la ciencia contemporánea y a pesar de su exponencialidad nada indica que hubiéramos tenido una chance de defendernos de una civilización como la Trisolariana dentro de 400 años. Así las cosas, el verdadero problema material de los Trisolarianos (los chinos) es que están orientando mal su desarrollo científico, y para colmo cuando copian a los estadounidenses tienen el problema de que no saben mentir (China no sabe usar el soft power);
c) los miembros de la comunidad científica son unos nihilistas y si no guían sus indagaciones en el temor a Dios nuestra especie corre riesgo; los suicidios de científicos bien podrían ser una metáfora sobre el rumbo actual de la ciencia, que perdió la utopía social como horizonte.
Podría seguir pero lo guardo para después porque esto se está haciendo demasiado largo. Como cierre algunos comentarios más sobre el posteo de Netflix.
Un bidón de glifosato es agua de manantial comparado con Netflix
Casi ninguna de las ideas que intenté glosar aparece en la versión de Netflix, que incurre en un sinfín de errores técnicos e interpretativos además de su clásica falta de respeto a la inteligencia del espectador.
Esto no debería extrañarnos demasiado si tenemos en cuenta que el productor de esta porquería es David Benioff, el de Juego de Tronos, otra serie que me resistí a ver porque estaba de moda y que demostró con el tiempo ser un alegre y olvidable pasatiempo de anglosajones mercantilistas que como no creen en la resurrección de la carne deben desplazar esa angustia existencial en druidas, dragones, enanos y enanos desnudos, con un leve guiño a la veneración europea por la realeza, hecho que en cierta medida explica el estancamiento espiritual, tecnológico, social, filosófico y vital de Europa desde hace más de medio siglo.
Tampoco debería extrañarnos la presencia de Brad Pitt como productor, que a mi me resulta un ser de luz pero el pensamiento o la reflexión geopolítica o literaria no son actividades a las que les haya dedicado demasiado tiempo. Todo bien con Brad Pitt, si yo fuera Brad Pitt probablemente viviría como él o mucho peor. Lo que si es raro o si se quiere gracioso es que el propio Cixin Liu figure en la lista de los productores, hecho que solo puede ser leído como una nueva maldad del chino hacia occidente, un tipo de maldades de las que la novela está repleta y por eso es un producto exquisito.
La versión de Netflix inventa personajes (la china también lo hace, voy a hablar de la versión china en otra oportunidad) pero los personajes que inventa son malos, arma una especie de gran hermano multirracial de científicos uno más cringe que el otro, inventa escenas -aunque es excelente cuando filetean el barco de Evans, hicieron bien lo único que entendieron-, en lugar de Wiang Miao que es el gran héroe trágico del primer tomo y representa al Pueblo Chino -su capitán américa- hay una mexicana que todo el tiempo parece en una confusa situación pre o poscoital tipo medio en bolas con la boca abierta, lleva la acción a Oxford (?), descarta toda la divulgación científica que es el cuerpo de la novela, caricaturiza a los personajes que deja intactos y pervierte a los que recicla (lo que hace con Cheng Xin y Luo Ji no es grotesco sino imperdonable), equivoca la naturaleza de los Trisolarianos y malinterpreta su posición ante la humanidad, inventa melodramas adolescentes que le bajan el precio a las historias de amor reales que hay en la novela, inventa incluso asesinatos entre personajes que no existen, y un interminable etcétera que podría decir: es un ejercicio banal de estupefacción masiva que nos desvía, una vez más, de los temas importantes.
Como diría mi amigo Contrarreforma se trata de una perversión absoluta, desviada y con seguridad involuntaria del capital financiero hacia uno de los Grandes Libros del Siglo XXI, y demuestra la incapacidad estadounidense de comprender las debilidades Chinas. El miedo y la parálisis socialdemócrata que azotan a Estados Unidos lo están llevando a una ruina que yo, como insignificante defensor de occidente y del continente americano, no puedo hacer otra cosa que lamentar.
Muy interesante la explicación sobre qué es ser de izquierda y qué de derecha. Nunca había podido explicarlo tan fácilmente, ni a mí mismo ni a los demás.
Estoy totalmente de acuerdo con lo de la actriz mexicana. Todo el tiempo que veía la serie tenía que recordarme a mí mismo que era una científica, autora de un invento genial (lo cual era difícil de creer, nuevamente, por su boca permanentemente abierta).
La forma en que Netflix eliminó todas las cuestiones fundamentales, convirtiendo una novela genial en una especie de aventura de palomitas de maíz, para mí no es una cuestión de mal gusto o desconfianza en la capacidad intelectual del espectador, sino una nueva forma de censura que Michel Foucault habría apreciado.
Todavía no he visto la versión china de la serie, pero me encantaría leer una reseña sobre ella en este blog.
Genial! Y te diría que fuiste bueno con la crítica a la serie. Abrazo